1. En la verdadera adoración hay iniciativa divina (ALABANZA) vv. 1-4.
1 En el año que murió el rey Uzzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el templo.
2 Y encima de él estaban serafines: cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban.
3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria.
4 Y los quiciales de las puestas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió de humo.
2. En la verdadera adoración hay humillación (CONFESIÓN DE PECADOS) v. 5
5 Entonces dije: Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.
3. En la verdadera adoración hay restauración (OBRA DE DIOS, PERDÓN) vv. 6-7
6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas:
7 Y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado.
4. En la verdadera adoración hay compromiso (SERVICIO) v. 8
8 Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién nos irá? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame á mí.
Entendamos esto: la adoración puede ser personal (Romanos 12:1), Y también puede ser colectiva (Salmo 133) pero siempre afecta de alguna forma la vida del adorador, trae consigo alguna consecuencia. Necesitamos estar dispuestos a adorar sin imponer nuestros límites, servirle aún si hay riesgos, servirle por lo que Él es, y por lo que hizo, hace y hará en nuestras vidas.
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